¿Que te ha parecido el final de "perdidos"?

martes, 11 de mayo de 2010

¿DÓNDE ESTÁ WALT?


Y no nos referimos a Disney, carbonizado desde hace décadas (aunque los amantes de la buena animación y los nostálgicos de tiempos donde las mujeres iban en falda y los hombres en pantalón crean que lleva años congelado cual iceberg a la espera de una cura para su enfermedad). Nos referimos al crío de “Perdidos”, al hijo de Michael (éste se merece también un artículo para él solito). Ese chaval que empezó la serie siendo un tapón y acabó jugando en los Lakers. En definitiva, hablamos del profeta de la serie, del ser que intuía los peligros que acechaban en la islita de marras y que podía convertir en realidad la ficción (uno de los puntos claves del “embolao” insular).

Si hacemos una breve retrospectiva, nos percatamos cómo la presencia de Walt es diametralmente opuesta a la duración de la serie. En su primera temporada tiene una presencia similar a la de sus coetáneos e incluso protagonizaba tramas secundarias. Al final de la temporada lo raptan y aquí comienzan los problemas para el pobre chaval. Casi desaparece de la segunda temporada para volver al final de la misma en una desenlace un tanto extraño por precipitado. En la tercera se le aparece a nuestro querido John Locke y para de contar. En la cuarta, si la memoria no me falla (lo que es muy probable) se le nombra en el horrendo capítulo dedicado a un Michael que también había hecho mutis por el foro cuando concluyó la segunda temporada. Y en la quinta habla de nuevo con Locke en uno de sus pocos capítulos interesantes. Ahora estamos en la sexta temporada y a tres capítulos del final (por cierto, si no habéis visto aún el capítulo 14, estáis tardando, canela fina) y ni asomo de Walt por ningún lado. Somos muchos los que creemos que el pobre personaje ya no volverá. Lo que es, sin duda alguna, uno de los errores más garrafales de “Perdidos”. Tanto guardarlo en la nevera acabó por caducarlo.

Hay una cosa que parece clara con respecto a Walt. Era el personaje que tenía todas las claves de la isla. Cuando “Perdidos” era sólo un proyecto de una temporada, la presencia del personaje era clave para entender el subtexto de la serie. Sin embargo, la maldita popularidad obligó a alargar la serie ad nauseam. Todo ello supuso un duro revés para nuestro personaje. Lo jubilaron para no revelar claves. Y es una lástima. Porque Walt ayudaba a la serie a trascender su trama aventurera y fantástica basada en la incoherencia. Walt convertía a “Perdidos” en un ensayo sobre el poder de la ficción y la fina línea que separa la realidad de la fantasía. En pocas palabras, Walt era el personaje que trascendía su propio yo para convertirse en real. Lo que quieren hacer ahora con el Humo Negro (que recoge el legado metaficcional del hijo de Michael, aunque con menos gracia), obsesionado con escapar de los hilos de su creador.

HERITO VÁZQUEZ

lunes, 26 de abril de 2010

“PERDIDOS”: CUANDO SE TE ESCURRE LA MERMELADA

Seamos sinceros, Perdidos se ha perdido. La brújula ya no funciona. Confunden el norte con el sur y el este con el oeste (si la Perestoika levantara la cabeza). Se han liado como un ovillo, como un calcetín que apesta después de sudor concentrado durante días. Lieber, Lindelof y Curse (evitaremos hacer chistes malos traduciendo su apellido) han resbalado sobre el suelo de la isla y se han pegado un batacazo monumental en plena crisma. Y la criatura ha pasado de ser el monumento más consistente de la época dorada de la televisión a convertirse en ruinas de un pasado lejano ya irrecuperable (¿les suena?). En definitiva, Perdidos es una tostada enfangada de mermelada caducada. La base es de una calidad incuestionable, pero todo lo que se ha ido solidificando sobre ella se caracteriza por una inconsistencia demencial. Nada tiene sentido en esta serie, ni siquiera la polvareda que sigue levantando un muerto en descomposición. ¿Les parecen duras las palabras? Más duro es ver caer a un producto que comenzó con tan buen pie. Pero vamos por partes, como Jack el Destripador.


Las aventuras de Jack y Cía comenzaron de la mejor forma posible. La primera temporada de Perdidos es una de las mejores creaciones de la nueva era televisiva. Un inicio espectacular; una trama cohesionada; un argumento misterioso y que te dejaba en vilo; y, sobre todo, unos personajes construidos al milímetro, llenos de detalles y contradicciones. Sin duda, y visto con perspectiva, ésta fue la gran baza de la serie y la que la ha hecho perdurar hasta hoy día, aun cuando sus tramas son insuficientes (por no decir algo más fuerte) y facilonas. La calidad de estos 25 primeros capítulos jamás regresó. No obstante, la segunda y (sobre todo) tercera temporadas siguieron deparándonos grandes momentos llenos de fuerza y magia. Se les empezaba a ver el plumero en cuanto a la cantidad de McGuffins inútiles y pésimamente construidos que poblaban la isla; afortunadamente, la construcción de personajes seguía siendo portentosa y los golpes de efecto muy eficientes. Además, nos brindó el más extraordinario final de temporada que se recuerda (para los que aún no los hayáis visto, ya estáis tardando en ver el capítulo final de su tercera temporada).


Para desgracia de todos, la serie acabó aquí. Sí, no nos engañemos. Ese plano del avión volando hacia la oscuridad que nos brindó el epílogo de la tercera temporada es el punto final de todo este mamotreto indigesto. Sus temporadas posteriores se han basado en la vacuidad absoluta. Ya ni siquiera el tío King (de cuyas novelas Lieber, Lindelof y Curse hacen expoliación manifiesta) nos puede convencer de lo contrario. Y mucho menos esa horda de frikis que engulle sin ton ni son todo lo que les echan, sin pararse a degustar nada. Tanto les da un entrecot de ternera que el cagarro de un mono.


Sí, sí, sé que algunos se estarán llevando las manos a la cabeza y considerarán que mi blasfema es imperdonable. Pero tenéis que comprenderlo. El que suscribe se ha pasado seis años de su vida expectante ante una resolución que a día que pasa se nos presenta como más y más facilona y superficial. Y no me vale con que la cuarta temporada nos haya dado episodios como “La constante” y la quinta “Vida y muerte de Jeremy Bentham”. Un par de capítulos no justifica una temporada y, mucho menos, el tiempo que hemos perdido. Pero aún no era suficiente escarmiento. A pesar de que cada capítulo era más decepcionante que el anterior, nos aferrábamos a la fe (como Locke otrora y Jack ahora), creyendo que su sexta temporada sería una explosión de luz y color. Nada más lejos de la realidad. A pesar de que en líneas generales el menú ha mejorado, los alimentos ya han caducado y el postre (nuestra tostada con mermelada) está en vías de descomposición.


¿Y por qué ocurre todo esto? Porque la serie ha perdido la capacidad de narrar, de contar con gracia y oficio. Todo es pura rutina. El “qué” es muy espectacular, pero el “cómo” es lamentable. Las cosas pasan porque tienen que pasar. Se revelan secretos cada diez minutos, pero no los apreciamos porque es todo tan aburrido y previsible que nos hemos quedado dormidos antes de que sucedan. Hoy día un capítulo de Bella Calamidades tiene más pegada que las aventuras de Jack. Todo se ha degradado tanto que ni tan siquiera unos capítulos finales extraordinarios pueden quitar el mal olor de estas heces. En el caso de que sean extraordinarios, algo con lo que un servidor no cuenta.


HERITO VÁZQUEZ